La toxina butolínica, conocida también como bótox, es una neurotoxina sintetizada obtenida de una bacteria, descubierta a finales del siglo XIX, que sirve para el tratamiento de patologías neurológicas y para uso cosmético, siendo una de las terapias más demandadas para la corrección de arrugas de expresión en el rostro.
En concreto, el efecto farmacológico de la toxina botulínica tiene lugar a nivel de la unión neuromuscular, en la conexión entre el nervio periférico y el músculo. Es en este nivel donde produce la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor necesario para producir la contracción muscular.
De esta forma, la toxina botulínica actúa bloqueando la liberación de acetilcolina y produciendo una relajación muscular temporal, sin causar ninguna lesión física ni en las estructuras nerviosas ni musculares.
Las principales indicaciones son aquellas donde hay una actividad muscular-nerviosa exageradacomo, por ejemplo, ‘tics’ nerviosos, estrabismo, espasticidad, arrugas de expresión y en el exceso de sudoración.
La toxina se aplica en diferentes partes del músculo, de forma que, al no recibir más el estímulo nervioso, deja de contraerse. Los mejores resultados se obtienen en el tratamiento de las arrugas de expresión como el entrecejo, frente o las conocidas como ‘patas de gallo´.
Los efectos secundarios tras la aplicación de la toxina botulínica son poco importantes y transitorios, ya que transcurrido un tiempo, la toxina deja de ejercer su efecto inhibidor sobre los músculos y éstos vuelven a recuperar su fuerza.
No obstante, los efectos negativos más frecuentes se deben a los provocados por la inyección: dolor local en el punto, edema, eritema, equimosis y a la debilidad muscular excesiva. En este sentido, el más común en su uso estético es la caída de las cejas o, incluso, de los párpados superiores por el tratamiento excesivo del músculo frontal.
Los efectos comienzan a notarse aproximadamente a las 48 horas de la infiltración y alcanzan su máximo resultado a la semana. Como tratamiento preventivo en pieles más jóvenes (30-35 años) con una sesión al año es suficiente y como tratamiento ya ejecutivo (arrugas ya marcadas a partir de los 35-40 años) se recomienda repetir cada 6 meses para que la toxina actúe a largo plazo ‘educando’ a los músculos para que se contraigan con menos fuerza y se suavicen las arrugas.
Fuente: www.diarioinformacion.com